Soy de la opinión de que la sociedad está en continuo cambio y que, como docentes, debemos ajustarnos a ella en la medida de que somos partícipes de la formación del futuro de la sociedad. Por este motivo, he decidido embarcarme en esta nueva aventura formativa, puesto que seguir aprendiendo debe ser una constante en la vida del docente.
Como tutora de un Aula específica de educación especial y dada la situación excepcional en la que el Covid19 nos ha sumergido a todos, me he visto en la tesitura de tener que reformular de la noche a la mañana, toda mi actividad docente y por consiguiente, el aprendizaje de mis niños y niñas del aula.
Como la mayoría de compañeros y compañeras, me he encontrado con numerosas dificultades que afectan de forma general a todo el gremio (como la brecha digital) y otras más concretas de mi alumnado, como la falta de autonomía, la diversidad cognitiva que hay en mi aula (tengo seis alumnos con edades que oscilan entre los 3 y los 10 años y con niveles competenciales muy diversos), la imposibilidad de dar la respuesta más ajustada que cada uno de ellos merece y necesita... Porque, aunque la tecnología sea maravillosa, en el caso de este alumnado las interacciones personales, el tú a tú, la mirada directa, el guiar de forma física una mano, una conducta... son necesarias, imprescindibles e insustituibles.
A pesar de todo ello, hay que mirar el lado positivo de toda la situación: He encontrado en las familias unos aliados excepcionales que han dado todo por sus hijos y se han dejado guiar por mis orientaciones, mis niños y niñas se han adaptado a la situación social de forma que muchos adultos quisieran y yo he encontrado la oportunidad de seguir aprendiendo y de enfocar mi intervención educativa desde una perspectiva que no creía que podría mantener tanto tiempo.
Estamos inmersos en una nueva era educativa, porque creo que el tipo de docencia que hemos comenzado en estos meses, ha llegado para quedarse.
¡Sigamos aprendiendo!
